INTRODUCCIÓN

En este video exploramos el origen oculto del impuesto a la renta en Estados Unidos y cómo su implementación en 1913 cambió para siempre el rumbo del sistema económico mundial.

Revelamos los intereses que se escondían detrás de esta medida y cómo las élites financieras manipularon el sistema a su favor. Prepárate para descubrir la mayor estafa de la historia y cómo aún hoy seguimos atrapados en ella. Este no es un simple documental… es una advertencia.

 

 

TRANSCRIPCIÓN

Imagina vivir en un país donde el gobierno no puede tocar un solo centavo de tu salario, donde todo lo que ganas es tuyo y no tienes que rendir cuentas ante ningún burócrata. Un país donde no existen los impuestos sobre la renta y donde las personas pueden crear riqueza generacional sin interferencias. Ese país existió y se llamó los Estados Unidos de América, hasta, hasta que las élites decidieron arrebatártelo.

Lo que te voy a contar hoy es la historia del mayor engaño financiero jamás perpetrado. Un plan que cambió el destino de millones de personas, convirtió a la gran mayoría en esclavos y se expandió como un virus por América, Europa y el resto del mundo: una conspiración entre banqueros y políticos que ocurrió en 1913 y que, hasta el día de hoy, sigue controlando tu vida sin que te des cuenta.

Cuando Estados Unidos fue fundado en 1776, sus creadores sabían perfectamente que el mayor peligro para la libertad de la gente no eran las guerras, ni los delincuentes, ni siquiera las invasiones, sino su propio gobierno. Washington, Jefferson, Madison y Franklin redactaron la Constitución en 1787, pero temían que el gobierno federal se convirtiera en una entidad demasiado poderosa y opresiva, como lo había sido la monarquía británica.

Bien, tenéis que saber que uno de los mecanismos más comunes que los gobiernos habían utilizado históricamente para controlar y explotar a la población era a través de los impuestos sobre los ingresos de los ciudadanos. ¿Por qué? Bueno, pues si el gobierno puede gravar los ingresos personales, tiene un poder absolutamente ilimitado sobre los ciudadanos. Además, puede aumentar el impuesto cuando le dé la gana, cuando quiera, reduciendo así la libertad económica de las personas.

Además, también puede usarlo para castigar a ciertos grupos, como, por ejemplo, pues la clase media, empresarios, opositores políticos, y puede hacer que la gente dependa totalmente del Estado y quitarles su dinero y redistribuirlo. Esto nos suena a todos. Y por eso, al redactar la Constitución, decidieron limitar los poderes del gobierno federal en materia de impuestos.

Bien, antes de la independencia, los británicos explotaban a las colonias americanas con impuestos totalmente injustos y sin darles representación política. Un ejemplo claro fue el impuesto del té en el año 1773, que obligaba a los colonos a comprar té únicamente de las empresas británicas, con un impuesto añadido. Esto llevó al famoso motín del té de Boston, una de las revueltas absolutamente clave que desataron la guerra. El otro fue el Acta del Timbre de 1765, que forzaba a los colonos a pagar impuestos por cualquier documento oficial, periódico o incluso cartas personales.

Tenéis que saber que los estadounidenses de la época no estaban para nada en contra de pagar impuestos. Lo que no querían tolerar era un gobierno que les quitara dinero sin restricciones, sin control y sin representación. Por eso, cuando los Padres Fundadores redactaron la Constitución de Estados Unidos, incluyeron una barrera de seguridad para que el gobierno no pudiera hacer lo mismo que había hecho la monarquía británica.

Pues bien, la cláusula que protegería a los ciudadanos del robo fiscal fue el artículo 1, sección 9, cláusula 4 de la Constitución de Estados Unidos: “Ningún impuesto directo será aplicado a menos que esté en proporción con el censo o enumeración aquí prevista.”

¿Y qué significaba esto? Os lo explico con un ejemplo muy práctico. Imagina que el gobierno de Estados Unidos, en el año 1800, necesitaba recaudar 100,000,000. Según la Constitución original, el único caso en que podía imponer un impuesto directo era si se distribuía de manera proporcional al censo de población de cada estado.

Ahora, supongamos que en ese momento había 10 millones de habitantes en todo Estados Unidos y el censo muestra que los estados tienen la siguiente distribución de población:

  • Nueva York: 2,000,000 de habitantes (20% del país),
  • Virginia: 1.5 millones de habitantes (15%),
  • Pensilvania: 1,200,000 (12%),
  • Georgia: 800,000 habitantes (8%),
  • Y otros estados: 4.5 millones de habitantes, con el 45%.

 

Por lo tanto, cada estado debía pagar un porcentaje equivalente a su población. Es decir:

  • Nueva York, 20% de la población, tenía que aportar 20 millones de dólares;
  • Virginia, 15% de la población, debía aportar 15 millones.
  • Pensilvania, 12%, debía aportar 12 millones
  • Y así sucesivamente.

 

Como imagináis, esto dificultaba tremendamente las cosas al gobierno en materia fiscal, y, por lo tanto, no podían imponer un impuesto que afectara directamente a los salarios, a los ahorros o a la riqueza de los ciudadanos. Tampoco podían imponer, de forma unilateral, cobrarles más a unos y menos a otros. Es decir, no podían simplemente decir: «Oye, vamos a cobrar un 10% a los más ricos y un 5% a la clase media.» Y tampoco podían subir los impuestos sin que fuera equitativo entre todos los estados, como ya hemos visto, el gobierno solo podía financiarse mediante impuestos indirectos, como pueden ser los aranceles a productos importados.

Este sistema evitaba que el gobierno federal tuviera poder absoluto sobre los ciudadanos y aseguraba que cualquier impuesto directo fuera transparente y justo.

¿Resultado? Bueno, pues que, durante más de 100 años, Estados Unidos prosperó sin un impuesto sobre la renta y se convirtió en la nación más próspera del mundo, con ciudadanos que realmente eran dueños de su riqueza.

Pero todo eso cambiaría en 1913, cuando las élites decidieron que este sistema, bueno, pues ya no convenía y había que convertir a los ciudadanos en esclavos financieros.

A finales del siglo XIX, Estados Unidos ya era una de las potencias económicas más grandes del mundo. Las industrias crecían, los ferrocarriles conectaban todo el país, y los ciudadanos gozaban de una prosperidad que el mundo jamás, nunca, había visto antes. Estados Unidos operaba sin un banco central, con un sistema bancario descentralizado, con bancos privados y estatales que emitían su propio dinero.

Pero las élites tenían un gran problema con esto. El problema era sencillo: el gobierno estaba limitado en cuánto dinero podía gastar. En primer lugar, no podía endeudarse indefinidamente, porque no tenía un banco central que imprimiera dinero a voluntad. Y, además, como no existía un impuesto sobre la renta, los políticos no podían exprimir a los ciudadanos para cubrir sus excesos.

Para los grandes banqueros y políticos de la época, esto era totalmente inaceptable.

Ellos querían un gobierno grande, con poder absoluto, que pudiera imprimir dinero sin restricciones y que obligara a los ciudadanos, por supuesto, a pagar la cuenta. Para lograrlo, necesitaban dos cosas:

  1. Un banco central privado que emitiera dinero y lo prestara al gobierno con intereses.
  2. Un impuesto sobre la renta que obligara a la gente a pagar esos intereses. Es decir, los ciudadanos serían la garantía.

 

No era la primera vez que se intentaba esto en Estados Unidos. Ya hubo dos intentos de establecer un banco central. El primer banco de los Estados Unidos fue eliminado por Thomas Jefferson, y el segundo, cerrado por Andrew Jackson, dos estudiosos de la época que lo veían como un instrumento de corrupción y dominio de la élite financiera. Sin embargo, esta vez las élites estaban determinadas a no fallar.

Y aquí tengo que hacer un pequeño inciso bastante curioso: el gran enemigo del capitalismo que todos conocemos, Karl Marx, proponía un sistema donde el Estado debía controlar todo el crédito a través de un banco central con monopolio absoluto, exactamente el sueño de cualquier banquero poderoso. Y Bakunin, que era un enemigo total de Marx, lo tenía claro: el comunismo no abolía la explotación, solamente hacía que cambiara de manos; pasaba de la burguesía privada al Estado, que, por supuesto, necesitaría un banco central para operar.

Al final, parece que Marx y los grandes banqueros tenían bastante en común. Ambos sabían perfectamente que quien controlaba el crédito, controlaba la sociedad.

Seguimos. Tras los fracasos anteriores, en 1910 un grupo de banqueros y políticos de los más poderosos del mundo se reunieron en secreto en Jeekil Island, en Georgia. Allí, en una mansión privada, diseñaron un plan para apoderarse del sistema financiero en Estados Unidos. Entre los asistentes estaban Paul Warburg, banquero de Kun Loev & Co., vinculado a los Rochild; J. P. Morgan, el hombre realmente más poderoso de Wall Street en aquella época; Nelson Aldrich, político y suegro de John D. Rockefeller Jr.; y Benjamin Strong, futuro presidente de la Reserva Federal de Nueva York.

Su plan tenía dos partes. La parte uno era la creación de la Reserva Federal. En diciembre de 1913, el Congreso aprobó la ley de la Reserva Federal, creando un banco central privado controlado por los grandes banqueros de Wall Street. Desde ese momento, el gobierno ya no controlaba su propia moneda. La Fed, en ese momento una entidad privada, podía imprimir dinero y prestarlo al gobierno con intereses.

Pues bien, para que podáis entender semejante demencia esquizofrénica, os voy a poner un ejemplo: imagina que tienes una máquina de imprimir billetes en tu casa, pero, en lugar de imprimir tu propio dinero, como sería normal, decides regalar la máquina a tu vecino para que él lo imprima. Después, al día siguiente, le pides dinero prestado a tu vecino y, además, le pagas intereses.

Es decir, el supuesto poder supremo de un país, que es el gobierno de los Estados Unidos, renuncia a su capacidad de emitir su propia moneda y se la entrega a un grupo de banqueros privados, que, a partir de ese momento, le prestarían dinero. Pero, ojo, no solo eso: se lo prestan con intereses. El gobierno había vendido oficialmente al pueblo en un golpe de estado sigiloso e inconstitucional.

¿Y por qué inconstitucional? Bueno, pues porque en la sección 8, cláusula 5 del artículo 1 de la Constitución, se establece claramente que el Congreso tiene el poder de acuñar moneda, regular su valor y el de las monedas extranjeras, y fijar el estándar de pesos y medidas. Y esto significa que el poder de emitir dinero le correspondía al Congreso, no a una entidad privada como la Reserva Federal.

Y os preguntaréis, por supuesto, ¿cómo fue posible semejante atrocidad? Pues bien, la Fed fue aprobada por el Congreso en una sesión especial en diciembre, cuando muchos legisladores ya se habían ido de vacaciones. Un plan perfecto.

Los grupos bancarios que controlaban o controlaron la Fed desde ese momento fueron los Rochild Bank, Lazar Brothers, Israel Moses Sif, Kun Lob and Co., Goldman Sachs, Chase Manhattan Bank, J. P. Morgan, Warburg Bank, y, más recientemente, se unieron a la fiesta Bank of America, Wells Fargo y City Group.

Bien, y ahora ya pasamos a la segunda parte del plan. La Reserva Federal, en ese momento, ya tenía el poder de imprimir dinero, pero ¿cómo se iba a asegurar de que el gobierno le pagara los intereses? Necesitaba un seguro, necesitaba una garantía. ¿Y qué mejor forma que garantizarlo con el trabajo y el sudor de los ciudadanos? También conocidos como los esclavos de la plantación.

Ese mismo año, aprobaron la 16.ª enmienda, que permitió al gobierno cobrar impuestos sobre los ingresos de los ciudadanos. Por supuesto, esto era absolutamente ilegal según la Constitución, pero el gobierno lo impuso de todas formas.

Lo vendieron como un impuesto para los ricos. Dijeron que solo se pagaría por un 1% de la población. Dijeron que la tasa sería mínima, entre un 1% y un 7%. Y, cómo no, dijeron que era temporal. Todo mentira.

Desde 1913, el impuesto sobre la renta no solo no desapareció, sino que creció exponencialmente, convirtiéndose en una de las herramientas de control más efectivas del sistema. Durante la Primera Guerra Mundial, el impuesto sobre la renta subió hasta un 77%, con la excusa de que era para, bueno, pues hacer un sacrificio temporal y financiar la guerra. En la Segunda Guerra Mundial, el gobierno amplió la carga fiscal y la clase media empezó a pagar impuestos sobre la renta. Antes, este impuesto solo afectaba a los más ricos.

Hoy en día, prácticamente todos los ciudadanos pagan impuestos sobre la renta, sin importar cuánto ganen. El rango oscila entre un 10% y un 37%.

Como veis, las élites comprendieron una verdad absolutamente fundamental: si introduces una medida impopular poquito a poquito, la gente la acepta sin resistirse. Si la presentas como algo temporal, con el tiempo se convertirá en normal. Lo normalizarán. Y si la justificas con una gran crisis, la gente no solo la tolera, sino que, además, la defiende.

Lo que empezó como un pequeño impuesto solo para los millonarios, se convirtió en un mecanismo para extraer dinero de cada trabajador, emprendedor y empresa.

Y ahora estaréis pensando: bueno, esto a mí no me afecta, este problema es exclusivo de Estados Unidos, ¿no? Bueno, pues vayámonos al otro lado del charco, por ejemplo, en España. España ha sido víctima de la misma estrategia de manipulación fiscal: introducir impuestos temporales en tiempos de crisis y convertirlos en cargas permanentes e inamovibles.

Un ejemplo claro de esto es el IRPF, impuesto sobre la renta de las personas físicas. Cuando se introdujo en el año 1978, se justificó como una forma de modernizar el sistema fiscal y garantizar la financiación del Estado de bienestar español. En aquel entonces, la promesa era que sería un impuesto progresivo y justo, pero con el tiempo se ha convertido en una herramienta de expolio masivo. Los tipos impositivos han crecido hasta tal punto que, en algunas comunidades, el Estado se queda con más del 50 % de lo que generas.

Pero, lamentablemente, el caso de España es aún peor, todavía, que el de los Estados Unidos, porque no solamente sufre una presión fiscal mayor, sino que, además, ni siquiera es un país soberano.

Desde que España entró en el euro y cedió la emisión de su moneda al Banco Central Europeo, perdió el control absoluto sobre su política económica. Un país que no puede emitir su propia moneda no puede ser considerado soberano, porque depende de decisiones tomadas fuera del país, en Bruselas y Frankfurt, por tecnócratas que nadie ha elegido democráticamente. En otras palabras, España no solamente está atrapada en una red de impuestos abusivos, sino que, además, ni siquiera tiene el poder de manejar su propia economía.

Esta bonita historia que os estoy contando no solamente es historia. Este sistema sigue funcionando hoy en día en Estados Unidos, en Europa y, prácticamente, en el resto del mundo. En primer lugar, impusieron un impuesto que originalmente era ilegal según la Constitución. En segundo lugar, vendieron la idea de que era temporal, pero nunca desapareció. Y, finalmente, convirtieron el trabajo de los ciudadanos en una fuente de riqueza para los banqueros y políticos.

Y como no entendemos cómo funciona el sistema, y tampoco nos lo han contado o explicado en el colegio ni en la universidad, creemos que nuestro dinero se invierte correctamente en infraestructura, en sanidad y en educación.

¿Alguna vez te has preguntado por qué el gobierno cobra impuestos si realmente tiene la capacidad de imprimir dinero sin ningún tipo de restricción? Créeme que no es para evitar la inflación, sino para asegurarse de que siempre permaneces pobre, pobre, pero con esperanza.

¿Y si alguna vez te has preguntado por qué trabajas tanto pero nunca es suficiente? La respuesta es muy simple: estás jugando un juego para el que no conoces las reglas.

Bien, tengo buenas noticias y malas noticias. Vamos a empezar por las malas. Lo que todos tenéis que tener en cuenta, o tenéis que tener claro, es que el sueño americano de libertad financiera, o el europeo, si es que alguna vez existió, hoy por hoy es inalcanzable si elegís el camino convencional. Tenéis que dejar de creer que el Estado está aquí para cuidaros y que los políticos actúan pensando en vuestro bienestar. El sistema está mañado, nadie va a venir a salvaros y tiende a empeorar, sobre todo si son capaces de implementar conceptos como el eurodigital. Si no tomáis responsabilidad, nada va a cambiar.

Por eso, tienes que hacer dos cosas. La primera es educarte sobre cómo funciona el sistema, todos los días hacer un pequeño esfuerzo de aprendizaje. Cuanto más aprendes, más abres la mente y encontrarás soluciones. Y número dos, la segunda, es encontrar una forma de ganar dinero precisamente para dejar de preocuparte por el dinero. Esta independencia financiera te va a dar un plan B, es decir, la capacidad de defenderte de cualquier Estado.

Y ahora os voy a contar cómo veo yo la vida. Yo veo la vida como un tablero de ajedrez, lleno de cuadros blancos y negros. Y esos cuadros representan, simplemente, el juego en el que vivimos. Y mientras estemos en esta vida, no nos va a quedar más remedio que participar de él. Pero yo quiero vivir en los márgenes, alrededor, donde no se juega. Me quiero mover en esos márgenes durante el mayor tiempo posible, y solamente entrar en los cuadros cuando sea absolutamente necesario. Así es como juegan los que verdaderamente entienden el juego de la vida.

Y ahora sí que os voy a contar las buenas noticias. Aunque el panorama no es alentador, ni mucho menos, nunca antes en la historia ha habido tantas oportunidades para tomar el control de nuestra vida y alcanzar la libertad financiera. Lo que tenéis que hacer es crear vuestro propio negocio, de forma independiente o dentro de un negocio o una infraestructura que ya esté creada, que ya existe.

Estamos viviendo en una era absolutamente única en la historia de la humanidad. Internet ha nivelado, ha aplanado el terreno de juego y ha abierto puertas que antes ni siquiera existían. Y la inteligencia artificial ha elevado a la enésima potencia el poder de internet. Sam Altman, el CEO de OpenAI, de ChatGPT, dijo que, con el internet y la IA, habrá empresas de 1.000 millones de dólares llevadas por una sola persona.

La verdad es que hoy en día ya podéis construir un negocio desde cero, sin depender absolutamente de nadie. Podéis generar ingresos que os permitan vivir con verdadera libertad, trabajando desde donde queráis, cuando queráis y con quien queráis.

Yo soy un ejemplo vivo de todo esto. Después de arruinarme totalmente en la crisis del año 2008, comencé mi negocio en Amazon en el año 2015, sin ningún tipo de expectativa y prácticamente a la desesperada. En 10 años he facturado 40 millones de dólares y sigo vendiendo millones todos los años, apalancándome también en la inteligencia artificial. Y, además, he creado una marca personal sólida y una formación con más de 15.000 alumnos de todo el mundo, a través de la cual muchos de ellos han conseguido la deseada libertad.

Y, por cierto, si creéis que esto es algo que os pueda interesar, justo debajo del vídeo, en la descripción, tenéis más información. Pero ojo, la magia de los negocios online hoy en día es que no tienes, para nada, por qué dedicarte a vender en Amazon, como lo hice yo, o a crear tu propia marca personal y empezar a hacer vídeos para YouTube o Instagram. Puedes dedicarte a un sinfín de negocios online. Te puedes dedicar a Shopify, closer, setter, diseñador, editor, consultor, programador, lo que sea. Hay millones de cosas.

Cada día hay más trabajos del mundo tradicional que se pueden extrapolar y se pueden llevar al mundo online, y, por supuesto, impulsarlos todavía más con inteligencia artificial para ser 1.000 veces más productivo que antes. Y aquí es donde hay que estar, aquí es donde está la magia.

Pues bien, espero que os haya gustado el vídeo. Si os ha gustado, me encantaría que le dierais un like y que os suscribierais a mi canal, si es que no lo habéis hecho todavía. Gracias a todos y nos vemos en el próximo vídeo.

Espero que os haya gustado el video, y para todos aquellos que queráis aprender más sobre el mundo de Amazon, os animo a que echéis un vistazo a mis cursos, sin más que decir ¡Muchas gracias y hasta la próxima!

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