INTRODUCCIÓN
El sueño americano ha muerto… y si estás viendo este video, es probable que nunca puedas permitirte una vida digna en EE.UU. o en muchos países de Occidente. Comprar una casa, formar una familia y ahorrar solía ser la base del progreso, pero hoy en día es un lujo reservado para unos pocos.
En este video, te explico cómo llegamos a esta crisis económica, qué factores han llevado a la población a endeudarse sin fin y por qué los bancos y gobiernos han utilizado la vivienda como una herramienta para esclavizar financieramente a la sociedad.
Pero, no todo está perdido. A pesar de la manipulación del sistema, aún existen formas de tomar el control y alcanzar la libertad financiera. Te mostraré estrategias que te ayudarán a no depender de un trabajo de 9 a 5, evitar caer en la trampa de la deuda y construir un futuro donde tú tengas el poder de decidir cómo y dónde vivir.
No dejes que el sistema te atrape. Es hora de despertar y encontrar tu propio camino hacia la independencia.
TRANSCRIPCIÓN
Bien, para empezar, quiero haceros una pregunta rápida: si tuvierais hoy un gasto imprevisto de 500 euros o dólares, ¿podríais afrontar ese gasto sin endeudaros y sin comprometer vuestra calidad de vida durante ese mes?
Bueno, pues el 62% de los americanos, de los estadounidenses, carecen de $500 ahorrados para afrontar un gasto imprevisto como este. Y aunque este dato pueda parecer absolutamente increíble, si habéis estado recientemente paseando por ciudades icónicas como, por ejemplo, San Francisco o Los Ángeles, no es tan difícil de creer. Seguramente habréis visto cientos o miles de personas viviendo en las calles, atrapadas en un círculo de pobreza y adicciones absolutamente increíble.
Bien, Estados Unidos, el país que alguna vez fue un ideal de prosperidad y estabilidad para la clase media estadounidense, comprar cosas básicas como una casa o tener hijos se ha convertido en un verdadero privilegio exclusivo ya de las clases más altas. Durante la década de los 50, una casa promedio costaba alrededor de $7,354 mientras que el salario medio en esa época, anual, era de $3,300. Esto significaba que una familia podía adquirir una vivienda con tan solo 2.2 años de ingreso.
Este nivel de accesibilidad, junto con el auge económico después de la Segunda Guerra Mundial, marcó definitivamente el apogeo del sueño americano que todos conocemos. Tras la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos emergió como la potencia más poderosa del mundo. El crecimiento económico era absolutamente imparable; los salarios permitían comprar de todo: comprar casas, uno o dos coches, y pagar incluso la universidad con solo unos pocos años de trabajo. Fue un periodo de optimismo y oportunidades, donde el sueño americano era alcanzable para la mayoría.
Sin embargo, para la década de los 70, la situación empezó a cambiar drásticamente. El precio promedio de una vivienda ya había subido a $23,900, mientras que el salario medio anual era de $9,870, requiriendo ahora 2.4 años de salario para adquirir una casa. Este incremento ya mostraba signos de una tendencia preocupante que hoy, en 2024, está sufriendo más del 60% de la población estadounidense.
Actualmente, el precio promedio de una vivienda en Estados Unidos es aproximadamente $500,000, mientras que el salario medio anual ronda los $83,561. Lo que implica que se necesitan 6 años de ingresos para comprar una vivienda. Eso, obviamente, si no hubiera ningún tipo de gasto adicional ni tampoco pagáramos impuestos.
Pero esto no es un problema que únicamente esté afectando a la clase media en Estados Unidos. Si nos fijamos en este mapa, que calcula cuántos salarios mensuales se necesitan para comprar una vivienda familiar promedio en cada país, podemos ver que nos encontramos ante un desafío global.
Bien, vamos allá. En Sudáfrica se necesitan 76 salarios mensuales reales, es decir, 6 años de ingresos para comprar una vivienda de 100 m². En Nepal, adquirir una casa similar requeriría 684 salarios, o lo que es igual a 57 años de trabajo.
En países como España, no es que la situación sea mucho mejor: se necesitan 132 salarios reales, equivalentes a 11 años de ingresos, para adquirir una vivienda de tamaño promedio. En México, el panorama es todavía más desafiante, ya que se requieren más de 17 años de salario íntegro para comprar una vivienda.
Pues bien, todo esto no ha sucedido por casualidad, y os voy a explicar cómo hemos llegado hasta aquí para que nadie os engañe.
Comenzando en la década de los años 30, los gobiernos y los bancos se dieron cuenta de que incentivar la compra de viviendas no solamente tenía un impacto positivo en la economía, sino que, además, generaba estabilidad social y política. Pero, sobre todo, detrás de esta narrativa se escondía una estrategia que favorecía a las instituciones financieras a través de la expansión de la deuda hipotecaria, algo todavía en pañales en aquella época.
Entre los años 30 y los 40 se introdujo la hipoteca a 30 años, lo que facilitó pagos más accesibles para los compradores. Con la excusa de recuperar la economía y dar estabilidad a las familias, los bancos encontraron un mercado masivo para emitir deuda segura respaldada por bienes inmuebles.
Después de la Segunda Guerra Mundial, en la década de los 50, programas como el G.I. Bill ofrecieron préstamos hipotecarios bastante asequibles a los veteranos que venían de la guerra, contribuyendo de esa manera al auge de los suburbios todavía más. Durante este tiempo, la propiedad de viviendas fue intensamente promovida como un símbolo de éxito personal y familiar.
Pero, obviamente, la intención real es que los bancos aprovecharon para consolidar el sistema de securitización hipotecaria, que les permitía empaquetar hipotecas y venderlas como activos financieros, aumentando de esa manera, aún más si cabe decir, la emisión de deuda.
Después, en los años 80, llega la desregulación de los mercados financieros, y aquí es donde los bancos se ponen las botas. Comienzan a desarrollar productos hipotecarios más arriesgados, o mucho más arriesgados, como por ejemplo las hipotecas de interés variable y las hipotecas subprime, que todos conocemos o por lo menos hemos oído por ahí.
Estos productos permitieron a los bancos emitir todavía más deuda, mientras continuaban vendiendo, obviamente, la narrativa de que comprar una casa era esencial. La narrativa era muy sencilla: alquilar es tirar tu dinero; comprar es invertir en tu futuro.
Sonaba estupendamente desde el punto de vista del marketing, pero la realidad era que lo único que se quería hacer era expandir la emisión de deuda y el endeudamiento personal.
Y, cómo no, llegó la gran crisis del año 2008. Colapso del sistema.
La culminación de esta estrategia llegó con la burbuja inmobiliaria de principios del 2000, cuando los bancos relajaron totalmente los estándares de crédito para emitir más y más hipotecas. Esto generó un exceso de deuda y una subida de precios absolutamente increíble, que provocó el colapso financiero del año 2008, cuando millones de propietarios perdieron sus hogares.
Y yo, personalmente, aquí (mua), me arruiné durante los siguientes 10 años.
La conclusión de esta primera parte es que, desde el principio, los bancos vieron las hipotecas como una herramienta absolutamente increíble y maravillosa para generar deuda de forma masiva. Cada hipoteca representaba no solamente ingresos por intereses —algo totalmente obvio—, sino también la posibilidad de crear y comerciar con productos financieros que estaban derivados de esa hipoteca, de ese producto.
Como, por ejemplo, los seguros de vida, seguros de hogar, de protección de pagos, servicios de refinanciación, etcétera, etcétera. Cositas que, cada vez que vamos al banco, oímos de la persona que está al otro lado de la pecera.
Promover la propiedad de la vivienda como algo cool, algo de gente inteligente y sofisticada, fue una campaña de marketing manipulativa absolutamente brillante, que aseguraba que las personas estuvieran atadas, ancladas a su deuda, reduciendo su movilidad laboral y social y, por supuesto, beneficiando a un sistema basado en el consumo y el endeudamiento continuo.
Eso fue absolutamente brillante, genial.
En resumen, la narrativa del sueño americano ha sido uno de los instrumentos más poderosos para endeudar y esclavizar a la población estadounidense. Y, por supuesto, pues lo hemos heredado en Europa y lo hemos asimilado como si fuera nuestro.
Y ahora continuamos con otro problema, porque la vivienda no tiene culpa de todo, ¿okay?
Desde 1965, los precios de los bienes básicos han aumentado drásticamente, superando el crecimiento de los salarios promedio por mucho. Si ajustamos los ingresos promedio por hora de hoy a la inflación, son casi iguales a los de 1964. Ojo, en el 64, mientras que los costos de vida han aumentado drásticamente, muchísimo más.
Más de la mitad de las familias estadounidenses no pueden costear un estándar de vida de clase media en el estado más barato del país. No sé cuál será, pero el más barato.
Con este panorama, para muchísimas parejas, la decisión de tener un hijo se convierte en un desafío monumental, algo prácticamente imposible, porque garantizar su bienestar implica enfrentar una presión financiera absolutamente enorme, herculana.
Bien, hoy en día, criar a un niño hasta los 17 años cuesta alrededor de $312,000 dólares americanos, considerando únicamente los gastos básicos. Y, para quienes hayáis tenido un hijo recientemente, todas estas cifras aumentarán, como mínimo, al ritmo de la tasa oficial de inflación, que en estos momentos nos dicen que es del 2% al 3%, y sabemos perfectamente que no es cierto.
Esto significa que, cuando vuestro hijo alcance los 18 años, habréis gastado al menos $469,000. Pero, no podemos tener en cuenta solamente los gastos básicos cuando hablamos de tener un hijo, obviamente.
En la economía de hoy, en la que ambos padres tienen posibilidad de trabajar, o, mejor dicho, están obligados a hacerlo, el cuidado infantil se ha convertido en una de las cargas económicas más pesadas, con costes promedio que oscilan entre los $1,000 y $2,000 por mes.
Esto significa que, al año, los padres pueden estar gastando entre $6,000 y $24,000 dólares solo para garantizar que sus hijos tengan un lugar seguro mientras ellos están trabajando. Esto es absolutamente de locos.
Y, si finalmente añadimos el coste de una educación universitaria, la situación se vuelve mucho más alarmante, más preocupante.
Vamos allá con unos datos.
Estudiar en una universidad pública tiene, en estos momentos, un coste promedio anual en dólares de $23,630 y representa casi el 42% del ingreso promedio anual de una familia normal.
En el caso de universidades privadas, este coste asciende a $42,162 por año, equivalente al 76% de un salario promedio.
Y, si ya empezamos a hablar de universidades de prestigio, los costes ascienden a más de 80,000 dólares anuales, lo que significa que una familia necesitaría más de un año completo de ingresos para cubrir un solo año académico. Eso, sin gastar un duro.
Estas cifras hacen que la educación universitaria sea prácticamente inaccesible para la mayoría de las familias que, si quieren que sus hijos estudien, se ven obligadas a endeudarse prácticamente con préstamos bancarios de por vida. Casi, casi de por vida. Esto lo he visto yo de primera mano en estudiantes en Estados Unidos que eran colegas míos.
Y os estaréis preguntando: «Bueno, Paco, ¿por qué ha pasado esto? ¿Por qué ha subido todo tanto? ¿Qué es lo que ha causado este desastre económico que estamos viviendo hoy en día, en estos momentos?»
Bueno, pues, aparte de lo que ya he comentado sobre los bancos, las hipotecas y, obviamente, bueno, pues, las viviendas, para entender la causa de esta subida de precios, nos tenemos que remontar al año 1971, cuando el presidente Richard Nixon tomó una de las decisiones clave que cambiaría definitivamente la historia y la economía a nivel mundial: la desvinculación del dólar del patrón oro.
A corto plazo, esta decisión permitió al gobierno emitir dinero sin restricciones, de absolutamente la nada, lo que facilitó financiar conflictos como la guerra de Vietnam y manejar una economía que estaba perdiendo muchísima competitividad desde el punto de vista internacional. Sin embargo, pronto trajo consecuencias muy graves.
En los cinco años posteriores a esta medida, el precio del oro se triplicó, mientras que el valor del dólar cayó drásticamente, iniciando años de inflación absolutamente récord, casi, casi jamás vistos.
Durante los años 70, los precios subieron a tasas de doble dígito anualmente, erosionando aún más el poder adquisitivo de los ciudadanos.
Bien, para que entendáis mucho mejor la gravedad de esto, tenéis que saber que la inflación es como una termita, como un animalillo que se va comiendo vuestros ahorros poco a poco. Cuanto más dinero se imprime y más dinero entra en el sistema, más sube el precio de las cosas, y tú no tienes ningún control sobre eso.
Esto quiere decir que tus ahorros cada vez compran menos bienes, cada vez puedes comprar menos, y eres más pobre.
La inflación es un impuesto totalmente oculto y, por eso, gusta tanto a los gobiernos, porque prefieren mil veces más imprimir dinero de la nada, obviamente para sus tejemanejes, que tener que subir los impuestos a los ciudadanos.
Porque subir impuestos a los ciudadanos quiere decir que, bueno, pues les estás haciendo daño. Es una medida mucho menos popular y, claro, por supuesto, restaría votos. Entonces, cuando se pensaba que el dólar y el país se iban al garete, los políticos salvaron la moneda en el último minuto al cerrar un acuerdo con los sauditas para que vendieran petróleo solamente en dólares.
Esto creó la época o el concepto del petrodólar y garantizaba que, durante muchos años venideros, el dólar seguiría siendo absolutamente el rey. Este hecho y la subida de tipos hasta un 20% por el famoso director de la Fed, Paul Volcker salvaron a Estados Unidos del abismo, pero marcaron una nueva era económica para Estados Unidos y, obviamente, para el mundo, donde los bancos centrales adquirieron carta blanca, permiso total para imprimir dinero hasta el infinito y, obviamente, los gobiernos para endeudarse.
En definitiva, un golpe de estado económico para el mundo totalmente gigantesco, de dimensiones enormes, que seguimos sufriendo a día de hoy y que muy poca gente entiende. El sistema quedaba oficialmente amañado.
Y ahora os preguntaréis: bueno, Paco, ¿cómo es que la gente no se entera, no se da cuenta de esto, no lo entiende? ¿Cómo es que nadie ofrece ninguna solución, algún político, algún economista, algún financiero? ¿Por qué no cambia nada de esto?
Bueno, pues, para empezar, os diré que no interesa que la población entienda el engaño, porque es tan monumental, es de dimensiones tan grandes, que si la gente lo entendiera y dejara de pelear por veras estupideces, como hacen hoy en día, probablemente habría un levantamiento y muchos gobiernos tendrían graves problemas. Pero esto no va a ocurrir, muy probablemente, porque se han encargado muy, pero que muy bien, de mantener a la población en la ignorancia total.
La educación financiera de la mayoría de la gente, de la mayoría de la población, es prácticamente nula. Incluso los que hemos recibido educación financiera, como yo en mi MBA, que supuestamente era muy buena, nunca aprendimos en las aulas conceptos absolutamente básicos y fundamentales que todos deberíamos conocer. Y me estoy refiriendo a conceptos tan fundamentales como la creación del dinero por parte de la Fed o cualquier banco central, el concepto de reserva fraccionaria en los bancos comerciales, sobre todo los que prestan dinero, o la diferencia entre moneda y dinero.
Pero eso sí, aprendimos todo tipo de fórmulas, teorías inservibles y cachibaches para trabajar para el banco de turno. Eso sí que lo hicimos.
Todos estos conceptos, que son bien sencillos y que deberíamos saber desde que, bueno, pues estamos en el colegio, son desconocidos para el 99% de la gente. Y esto no solo limita su capacidad para comprender los problemas económicos que enfrentan, sino también para identificar a los verdaderos responsables de estos problemas.
Estoy seguro de que jamás habéis visto un debate entre políticos hablando de: ¿por qué existen los bancos centrales, que son totalmente independientes de los gobiernos, que están en manos privadas y que tienen la potestad de emitir dinero de la nada, sin restricciones y, además, hasta el infinito, mientras tú, por otro lado, tienes que trabajar diariamente por ese mismo dinero? La mayoría de los políticos tampoco es que entiendan cuál es el problema, y los pocos que lo entienden están totalmente mudos, porque, por supuesto, dependen de ello. Además, haría reconocer que el sistema está perfectamente amañado.
Pero es importante que tengáis claro que esta ignorancia no es un accidente. No ocurre por casualidad, sino que es el resultado de un sistema educativo que falla de forma premeditada y consciente. Vamos, que está todo planeado.
Esta situación no es nueva; tiene raíces históricas mucho más largas de lo que pensáis. Nuestro modelo educativo se basa en el sistema prusiano, que surgió en el siglo XVII. Este sistema fue diseñado específicamente para formar ciudadanos obedientes y leales al Estado, priorizando la disciplina y la conformidad sobre el pensamiento crítico y la autonomía personal. Aunque han pasado siglos desde su creación, muchas de estas características siguen estando muy presentes en la educación actual.
El modelo prusiano no surgió básicamente de la nada, así de casualidad; se inspiró en la educación espartana, que también ponía énfasis en el orden y la obediencia para mantener una sociedad dócil y controlada. Este enfoque fue adoptado por diversos países, incluido Estados Unidos y muchas naciones hispanoamericanas, extendiendo su influencia a nivel global. Su objetivo era, básicamente, garantizar que la población estuviera siempre alineada con los intereses del Estado.
Y, esto refleja perfectamente la famosa frase de John D. Rockefeller: «No quiero una nación de pensadores, sino que quiero una nación de trabajadores».
Durante los casi 20 años que pasamos en las aulas, en lugar de potenciar nuestra capacidad para cuestionar, innovar y tomar decisiones informadas y críticas, el sistema sigue favoreciendo que seamos seres dependientes e ignorantes, para que pasemos el resto de nuestra vida sin explotar nuestro máximo potencial, haciendo siempre lo «correcto». Es decir, teniendo un trabajo de 9 a 5, sufriendo para llegar a final de mes y esperando la jubilación para, por fin, disfrutar de la vida.
El resultado es perfectamente claro: sin una base sólida de educación financiera, la mayoría de las personas no solamente van a permanecer atrapadas en un sistema económico que no entienden, sino que, además, son más vulnerables a las crisis y manipulaciones políticas y financieras. Esto no solamente afecta a vuestros bolsillos directamente, sino también a vuestra capacidad para vivir con libertad.
Bien, lo que todos tenéis que tener claro después de ver este vídeo es que el sueño americano, hoy en día, es inalcanzable si elegís el camino convencional. Tenéis que dejar de creer que el Estado está aquí para cuidaros, para daros cariño y que los políticos actúan pensando en vuestro bienestar. Nadie, absolutamente nadie, va a venir para salvaros, y, si no tomáis responsabilidad, nada va a cambiar.
Cuando caiga este sistema, que es, por cierto, un verdadero castillo de naipes, va a pillar a la mayoría desprevenida y sin ningún tipo de opción que no sea depender de la limosna estatal de turno. Y quiero ser muy claro en este sentido, porque cada día que pasa, la probabilidad de que las cosas mejoren se va reduciendo.
Sin embargo, ojo al lado positivo. Aunque el panorama no es nada alentador, nunca antes en la historia ha habido tantas oportunidades para tomar el control de nuestra vida y alcanzar la libertad financiera.
En primer lugar, lo que tenéis que hacer es aprender de finanzas y economía personal, dar un pasito hacia atrás y empezar a aprender de verdad. Para esto, existen cientos de libros maravillosos que podéis empezar a leer y que, obviamente, no os van a dar ni en el colegio ni en la universidad. Os van a cambiar la mente por completo. Os voy a poner una lista de algunos de los mejores libros que he leído debajo en la descripción.
Y, segundo, lo que tenéis que hacer es crear vuestro propio negocio, de forma independiente o dentro ya de un negocio o una infraestructura que esté creada, que ya exista. Estamos viviendo en una era absolutamente única en la historia de la humanidad. Internet ha nivelado, ha aplanado el terreno de juego y ha abierto puertas que antes ni siquiera existían.
Hoy en día, podéis construir un negocio desde cero, sin depender absolutamente de nadie. Podéis generar ingresos que no solamente os permitan sobrevivir, sino vivir con verdadera libertad, trabajando desde donde queráis, cuando queráis y con quien queráis.
Yo soy un ejemplo vivo de todo esto. Después de arruinarme completamente en la crisis del 2008, comencé mi negocio en Amazon en el año 2015, sin ningún tipo de expectativa y prácticamente, casi, casi, a la desesperada. He facturado 40 millones de dólares en los últimos 10 años, vendiendo en Europa y en Estados Unidos. Además, he creado una marca personal bastante potente y una formación con más de 15,000 alumnos de todo el mundo, a través de la cual muchos de ellos han conseguido la deseada libertad.
Por cierto, si creéis que esto es algo que os pueda interesar, justo debajo del vídeo, en la descripción, tenéis más información.
Pero, ojo, la magia de los negocios online hoy en día es que no tienes por qué dedicarte a vender en Amazon, a crear tu propia marca personal y empezar a hacer vídeos para YouTube o Instagram. Puedes dedicarte a un sinfín de negocios: te puedes dedicar a Shopify, closer, setter, diseñador, editor, consultor… Cada día hay más trabajos que van apareciendo; cada día hay más trabajos del mundo tradicional que se pueden extrapolar o se pueden llevar al mundo online.
Y aquí es donde hay que estar, aquí es donde está la magia. La ventana de oportunidad para conseguir tu propio sueño americano está ahí, delante de ti, pero no estará abierta para siempre.
Así que espero que os haya gustado el vídeo. Si os ha gustado, me encantaría que le dierais un like, que os suscribierais a mi canal, por supuesto, si no lo habéis hecho todavía.
Nos vemos en el próximo vídeo. ¡Muchas gracias y hasta luego!
Espero que os haya gustado el video, y para todos aquellos que queráis aprender más sobre el mundo de Amazon, os animo a que echéis un vistazo a mis cursos, sin más que decir ¡Muchas gracias y hasta la próxima!